jueves, 11 de junio de 2009

La anulación del color a favor del argumento



Los cineastas del cine en blanco y negro han llegado a adquirir unas cotas altísimas de perfección fotográfica, de contrastes entre luz y sombras y una sorprendente profesionalidad en el uso de la iluminación
Desde el momento en que el espectador percibe la pintura, sea del modo que fuese, ese modelo pictórico produce lo que se llama “efecto pintado”, que interfiere en la lectura del encuadre, debida al cruce de dos efectos de realidad distintos. Siempre es un predominio de la dimensión discursiva sobre la narrativa, entendiendo que la discursiva remite al lenguaje cinematográfico, a su estructura y a su unidad de producción. En su primera acepción como efecto pictórico, significa un verdadero efecto especial, puesto que trata de crear determinados efectos escenográficos. Es un medio al servicio de la representación cinematográfica, como por ejemplo la utilización del color en Antonioni o los fondos pintados de algunas películas de Hitchcock y Fellini.

En el cine clásico nada debe alterar el flujo narrativo, se trata de provocar la sorpresa en el espectador, resulta curioso que precisamente ese cine clásico sea en blanco y negro, no ya por la imposibilidad de rodar en color sino por la gran importancia que se le da al argumento. El color distrae al ojo del espectador de lo que realmente importa en la película, de su esencia, esto es, la historia que se pretende contar.
Para demostrar esto tan sólo hay que observar el efecto que los colores tienen sobre el cerebro humano; todos los tipos de colores usados en las películas recurren a las sensaciones que transmiten al cerebro para provocar emociones, lo que supondría un mecanismo artificial de crear sentimientos, frente al natural de las palabras. Por lo tanto, si queremos que el espectador esté totalmente concentrado en la historia deberemos eliminar todo lo superfluo, lo sobrante, lo que hasta inconscientemente pueda distraerlo, es decir, el color.

Puede asemejarse la monocromía del blanco y negro con cualquier otra armonía monocromática, aunque existe una diferencia fundamental: la segunda pretende provocar sensaciones a través del color, haciendo que se sientan emociones a través de los colores en lugar de por la historia.
Ejemplos de armonías monocromáticas los encontramos en las películas Largo domingo de noviazgo de Jean Pierre Jeunet, en la que se combinan monocromías cálidas y frías para las escenas de guerra y Lucía y el sexo de Julio Medem en la que se combinan colores claros y oscuros para simbolizar los sentimientos de los protagonistas.

La luz es un elemento imprescindible para el lenguaje cinematográfico. Sin luz no hay cine. La iluminación crea sombras, arrugas, rejuvenece o envejece, crea efectos psicológicos del personaje, en función de donde se coloque cambia la atmósfera de una película. En claroscuro está filmada, por ejemplo, El sur, de Victor Érice. En el cine en blanco y negro lograron algunos cineastas como Eisenstein o Fritz Lang dominar el mundo de luces y sombras, dando a la sombra carácter protagonista, utilizando con maestría el contraluz, el humo de hogueras y cigarros. La niebla y otros efectos se realizaban con fines estéticos, para enfatizar la luz y las sombras y no solamente con el fin de crear atmósferas y ambientes. La luz se convierte en protagonista en la película Lady Halcón de R. Donner, llegando al máximo en la secuencia final, en el eclipse, cuando al cambiar la luz por las sombras Lady Halcón se convierte, de halcón, en persona.
Un ejemplo es la utilización del color en cineastas de las últimas generaciones, como Spielberg, que filma en blanco y negro, o vuelve al blanco y negro tras filmar en color, mezclando algunos toques de color como el vestido rojo de una niña y las llamas de una vela en La lista de Schindler o determina el porcentaje de color al diez por ciento en Salvar al soldado Ryan, para crear la atmósfera de horror hacia la guerra.

Algunos puristas del cine afirman que el mejor cine es el antiguo, que a partir del año que ellos creen conveniente ya no se ha hecho buen cine, que tal director inventó todo lo que se puede inventar sobre tal o cual faceta de la cinematografía. Son afirmaciones tajantes, pero hechas en foros públicos ante aprendices o aficionados en formación, dan la sensación de que el cine ya hubiera dado las últimas boqueadas, de que los jóvenes realizadores ya no pueden aportar más al cine o de que las nuevas tecnologías han eliminado las posibilidades creativas.
La imagen cinematográfica es, en ciertos aspectos, heredera de la pictórica. Tras la llegada de la televisión, la publicidad y el vídeo, se ha dado un proceso imparable de banalización y pérdida de valor de la imagen.

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